Este verano me regalaron un libro con el título Suite Francesa, de una autora de la que no había oido ni mencionar: Irène Némirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942). El formato del libro (Ediciones Salamandra) es bastante curioso, como podéis ver en la imagen superior, con las esquinas de los cantos ligeramente redondeados. Pero lo sorprendente está en su interior, en lo que nos cuenta...
Comenzaré hablando de la autora, Irène Némirovsky: ver donde nació no proporciona ninguna pista, pero el lugar y fecha de su muerte (Auschwitz, 1942) ya despeja bastantes dudas. Si nos trasladamos a su niñez, con estas palabras de Mario Vargas Llosa nos podemos hacer una idea de lo dura que resultó:
“Irène Némirovsky conoció el mal, es decir, el odio y la estupidez, desde la cuna, a través de su madre, belleza frívola a la que la hija recordaba que los seres humanos envejecen y se afean; por eso la detestó y mantuvo siempre a una distancia profiláctica.”
Nació en Kiev en 1903, en plena Rusia Zarista; gran inconveniente teniendo en cuenta el antisemistismo que contagiaba de forma galopante a esta sociedad y el origen judío de su familia. Con el triunfo de la revolución bolchevique y la consecuente expropiación de sus tierras, toda la familia tuvo que huir, primero al norte de Europa (Finlandia, Suecia...) y después a Francia. En la capital francesa contrajo matrimonio con el banquero judío Michael Epstein, dando a luz dos hijas: Denise y Elizabeth.
La felicidad no duró mucho, pues con la llegada del nazismo los problemas de antisemitismo comenzaron a causar estragos en la sociedad. Fueron varias las ocasiones en las que Nemirovsky y su marido intentaron sacudirse de encima su origen judío... pero todos los intentos fueron vanos: el gobierno francés rechazó su petición de nacionalización en 1938. En 1939, en otro intento de alejar la losa del judaísmo, ella y toda su familia se convirtieron al catolicismo, pero tampoco sirvió de nada. Víctimas de las leyes antisemitas promulgadas en octubre de 1940 por el gobierno de Vichy, su marido no pudo trabajar más en la banca e Irène no pudo volver a publicar.
En su retiro al pueblo de Issy-l'Évêque, en la región de Borgoña, cuando en toda Francia ondea la sombra de la esvástica, Iréne, a pesar de las dificultades, comienza un proyecto literario de gran envergadura: Suite Francesa. La autora sueña con un libro de mil páginas (mil años pretendía Hitler para su tercer Reich) compuesto como una sinfonía en cinco partes, en función de los ritmos y las tonalidades. Para ello toma como modelo la Quinta Sinfonía de Beethoven. En estas mil páginas pretende contarnos el éxodo del pueblo francés durante la ocupación nazi. Os aseguro que pocas personas en la literatura lo han contado de una manera tan brutal y conmovedora a la vez. Rodeada de ese huracán de miseria y desolación, sufriendo constantes amenazas de presidio, Iréne solo pudo completar dos de las cinco partes de las que en principio pretendía: "Tormenta en junio" y “Dolce”.
La primera de las partes, Tempête en juin ("Tormenta en junio") retrata la huida de los ciudadanos de París en los días inmediatamente anteriores y posteriores a la invasión alemana. Narra así mismo la crueldad de los franceses con sus conciudadanos y el egoísmo y cobardía de los altos cargos abandonando sus puestos y dejando a su suerte a las personas que ya no sabían a quien recurrir para pedir ayuda. La segunda parte, Dolce ("Dulce"), muestra la vida en un pequeño pueblo de provincias al este de la capital, Bussy, en los primeros meses de la ocupación alemana. Volvemos a la crueldad entre los propios habitantes y a las amistades que surgen entre soldados alemanes y mujeres francesas, lo que provocaba no pocos celos y deseos de venganza entre los varones de la localidad. Los alemanes no quedan tan mal parados en esta parte, pues los muestra como personas muy educadas y cálidas en el trato cercano; por otro lado los muestra fríos e impasibles a la hora de cumplir con sus obligaciones... no dudan en fusilar al que se salta las normas.
La primera de las partes, Tempête en juin ("Tormenta en junio") retrata la huida de los ciudadanos de París en los días inmediatamente anteriores y posteriores a la invasión alemana. Narra así mismo la crueldad de los franceses con sus conciudadanos y el egoísmo y cobardía de los altos cargos abandonando sus puestos y dejando a su suerte a las personas que ya no sabían a quien recurrir para pedir ayuda. La segunda parte, Dolce ("Dulce"), muestra la vida en un pequeño pueblo de provincias al este de la capital, Bussy, en los primeros meses de la ocupación alemana. Volvemos a la crueldad entre los propios habitantes y a las amistades que surgen entre soldados alemanes y mujeres francesas, lo que provocaba no pocos celos y deseos de venganza entre los varones de la localidad. Los alemanes no quedan tan mal parados en esta parte, pues los muestra como personas muy educadas y cálidas en el trato cercano; por otro lado los muestra fríos e impasibles a la hora de cumplir con sus obligaciones... no dudan en fusilar al que se salta las normas.
Como decía anteriormente, Iréne Némirovsky no pudo completar su obra... El 13 de julio de 1942, los gendarmes franceses llaman a la puerta de los Némirovsky. Van a detener a Iréne. Es enviada a un campo de concentración en Pithiviers, donde la retuvieron durante un día para después terminar en Auschwitz. Allí es asesinada el 17 de agosto (no está claro si su muerte se produjo por el tifus o en cámara de gas, pero poco importaba pues su vida quedó destrozada cuando la separaron de sus hijas). Tras la marcha de Iréne, su marido Michel Epstein no ha comprendido que el arresto y la deportación significan la muerte. Todos los días aguarda su regreso, y exige que pongan su cubierto en la mesa en cada comida. Más tarde seguirá intentando localizarla sin saber que ya está muerta...
“La respuesta del gobierno de Vichy será el arresto de Michel en octubre de 1942. Lo internarán en el Creusot y luego en Drancy, donde su anotación de registro indica que le confiscaron 8.500 francos. Será a su vez deportado a Auschwitz el 6 de noviembre de 1942, y ejecutado al llegar.” leemos en la introducción de la obra.
No me puedo olvidar de las dos pequeñas, Denise y Elizabeth Epstein; ambas vivieron escondidas durante la guerra y sobrevivieron gracias a una antigua niñera, que las ocultó en establos, conventos, refugios de pastores y casas de amigos. Su abuela materna, se negó a recibir a sus nietas de forma despiadada y cruel: "¡Si se han quedado huérfanas, lárguense a un hospicio!", fue todo lo que las dijo sin llegar a abrir la puerta de su mansión.
Antes de ser deportada al campo de concentración, Némirovsky introdujo el manuscrito de Suite Francesa en una maleta. Mario Vargas Llosa, en su artículo Bajo el oprobio, relata este episodio:
“... las niñas arrastraban una maleta con recuerdos y cosas personales de la madre. Entre ellas había unos cuadernos borroneados con letra menudita, de araña. Ni Denise ni Elizabeth se animaron a leerlos, pensando que ese diario o memoria final de su progenitora, sería demasiado desgarrador para las hijas. Cuando se animaron por fin a hacerlo, 60 años más tarde, descubrieron que era una novela: Suite francesa.”
Lo que más me sorprende de esta obra es que fuese concebida en unas condiciones tan miserables y nefastas, sabiendo (como lo demuestran las cartas personales que aparecen como anexo de este libro) que la muerte rondaba bajo la ventana del escritorio de la autora. Testimonio de este temor queda patente en la primera frase con la que comienza la obra:
“Para levantar un peso tan enorme,Sísifo, se necesitaría tu coraje.No me faltan ánimos para la tarea,mas el objetivo es largo y el tiempo, corto.”
En una carta dirigida a su director literario, Albin Michel, Iréne no deja ninguna duda sobre su certeza de que no sobreviviría a la guerra que los nazis habían declarado a los judíos: “Querido amigo... piense en mí. He escrito mucho. Supongo que serán obras póstumas, pero ayuda a pasar el tiempo”. Toda esta correspondencia, junto con la de su marido, repito, las podréis leer en los anexos que aparecen al final del libro... os advierto que resulta duro.
Desde el comienzo Iréne ya era consciente de que no podría poner la palabra Fin a su libro y así fue como ocurrió. Me resulta conmovedor empezar una obra sabiendo las circunstancias tan horribles y el final tan trágico, no de la obra sino de su autora. La sensación ha sido semejante a cuando empecé a leer el Diario de Ana Frank, otro libro que me dejó bastante 'tocado'.
Irène Némirovsky fue una mujer especial, fuera de lo común. Por eso os invito a que leais esta impactante novela, plagada de sueños rotos, de almas corrompidas y de aptitudes brutales... pero también conmovedora, tierna, dulce y encantadora.
Fuentes:
- NÉMIROVSKY, Iréne. Suite Francesa. [traducción de José Antonio Soriano Marco]. Barcelona : Salamandra, 2010
- VARGAS LLOSA, Mario. Bajo el oprobio [en línea]. En El País [22/08/2010]. Disponible en: http://www.elpais.com/articulo/opinion/oprobio/elpepiopi/20100822elpepiopi_12/Tes
Suite francesa estaba proyectada como una obra Suite francesa estaba proyectada como una obra en cinco partes. Solo han sobrevivido Tempestad en junio y Dolce, las dos primeras. Cautividad, la tercera, fue apenas esbozada. Pero en las notas sobre ella, Irène se refiere a los campos de concentración, casi como una certeza. Ya sabía que no podría acabarla.
ResponderEliminarfeliz navidad
ResponderEliminarEs una de las obras sobre la Segunda Guerra Mundial, junto a las de Vasili Grossman, que más me ha impactado Gracias por tu comentario y Feliz Navidad.
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