viernes, 27 de marzo de 2009

Todo fluye

 Todo fluye es el testamento literario de Vasili Grossman, que busca a los culpables de permitir un estado totalitario capaz de acabar con la vida de pueblos enteros. Según él mismo dice:


"Ya nada de eso queda. ¿A dónde fue a parar esa vida? ¿Dónde están aquellos sufrimientos? ¿Es posible que no haya quedado nada? ¿Es posible que nadie responda por todo aquello? ¿Que todo se olvide, sin una palabra?"

Siguiendo las directrices de "Vida y destino" estamos ante una nueva lectura política de la Rusia stalinista. Pero esta vez aborda la figura de Lenin, un intocable en la literatura rusa hasta ese momento, y lo hace responsable de la puesta en marcha del sistema totalitario. Ataca los fundamentos mismos del marxismo-leninismo. A medida que vamos avanzando en el libro nos encontramos con el cuadro psiquiátrico de hombres que viven en ausencia de libertad. El protagonista, Iván Grigorievich, pasa 30 años en un campo de trabajo en Siberia, víctima de un dedo acusador (como suele pasar en todos los estados totalitarios). Cuando muere Stalin, Iván abandona el gulag y vuelve a Moscú y Leningrado en un intento de recuperar su antigua vida. Pero ahí descubre que su regreso a la libertad es una incomodidad para sus antiguos amigos, que recuerdan, cada vez que lo ven, que son culpables, por acción u omisión, de su desgracia. Casi todos ellos siguen siendo buenas personas, lúcidas y afectuosas. Pero han claudicado ante ellas mismas.

Los mecanismos de la delación, de hecho, son uno de los temas de Todo fluye. En un momento dado, Grossman convierte su novela en una especie de tribunal en la que cuatro delatores se presentan ante el lector como si comparecieran ante un juez. Uno es delator por debilidad; otro, por buena fe revolucionaria; otro, por miedo; otro, por lucro... Grossman expone los casos de los «cuatro judas» y solicita a sus lectores una sentencia. Pero para todos ellos pide la absolución.

Nunca olvidaré las páginas que relatan el Genocidio Ucraniano, la política alevosa de desabastecimiento y hambre que impuso la Unión Soviética sobre Ucrania y que acabó con millones de vidas entre 1932 y 1933, donde aldeas enteras desaparecían por inanición.

"El pueblo gemía al ser testigo de su propia muerte. Todos gemían, no con el pensamiento, no con el alma, sino como las hojas que susurran al viento o la paja que cruje."

Con Grossman se hace posible relatar el horror de una muerte de hambre.

Grossman terminó 'Todo fluye' en 1963, poco antes de morir, consciente de que sería su última novela.

Al igual que "Vida y destino" esta novela deja un punto oscuro en algún rincón del alma del lector.



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