sábado, 31 de enero de 2009

Lolita, de Vladimir Nabokov

Sin duda estamos ante una novela que no va a dejar indiferente a nadie. Su calidad artística es indiscutible y su argumento puede agitar la moral de algunos lectores.

Humbert Humbert, el protagonista, es un hombre que, al principio de la novela, cuenta con 37 años de edad. Siente atracción por las niñas con edades comprendidas entre los 9 y los 12 años, aunque al final de la novela rompe con este canon, pues siendo Lolita mayor sigue enamorado de ella.

Lolita, una adolescente de doce años, se convierte en una nínfula, término acuñado por el propio protagonista: “Entre los límites temporales de los nueve y catorce años surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o más veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana sino de ninfas (o sea demoníaca); propongo llamar nínfulas a estas criaturas escogidas.”
Para estar cerca de esta nínfula, y no levantar sospechas, decide casarse con su madre, Charlotte, aún sintiendo repugnancia hacia ella. Todo se complica cuando Charlotte quiere alejar a Lolita de la casa y descubre unas cartas de Humbert donde expone todos sus sentimientos hacia Lolita y el rechazo que le produce su esposa. Humbert, en un acceso de locura, decide planear el asesinato de Charlotte, pero no resulta necesario consumarlo, porque Charlotte muere atropellada por un coche.

Desde ese momento Humbert se hace cargo de la custodia de Lolita y decide viajar por EEUU, de motel en motel, junto a su objeto de deseo. Lolita, consciente del dominio que ejerce sobre su tutor, no duda en entrar al juego, chantajeando de forma impúdica el bolsillo y los sentimientos de Humbert.


Esta especie de niña demonio es lo que realmente atrae a Humbert; Lolita, esa nínfula de inocencia diabólica le seduce hasta causarle dolor; dolor que nunca le abandonará, puesto que es consciente de que persigue una hermosura inalcanzable, una pasión que nunca podrá realizarse, sobre todo porque tiene que destruir aquello de lo que se apodera.

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